De Profesor a Rock Star
- mayo 26, 2024
- Publicado por: Consultora Monica Dreyer
- Categoría: Columna semanal
Es difícil hablar de política, religión o de algún exponente político sin que despierte las emociones más intensas. Las emociones se disparan porque tocan valores. Cuando vamos manejando y alguien nos encierra y si es una mujer te gritan “Andá a lavar los platos” se dispara la emoción porque está tocando el valor del respeto, la dignidad. Y si encima casi nos choca toca el valor de la seguridad. Algunos valores son: el progreso (¿Sentís que no estas progresando o el país no progresa?), verdad (si alguien miente), amor (si algo pasa en tus afectos), aprendizaje (si alguien no está aprendiendo), honestidad (si alguien robó). ¿Qué te despierta si alguien viola un valor?
Otro punto es que los valores conforman nuestros anteojos o sea la manera que miramos la realidad. Y con estos anteojos emitimos opiniones. “Esto me gusta o no me gusta” “Me parece bien o mal”. Si la opinión que tengo sobre esa persona es positiva lo que diga o haga lo veré de forma positiva, pero si no la quiero es probable que despierte las emociones más profundas. Quien mira a Milei o un ex presidente con anteojos de aprecio tomará lo que hace de forma positiva y quien no lo aprecia, la opinión será negativa haga lo que haga. Claro que hay grises. Aunque se le tenga aprecio puede haber cosas que se las considere negativas.
Escucho opiniones “Es un loco.” “Es un genio” Somos seres interpretativos y siempre emitimos opiniones. La rispidez podría suceder si tomamos nuestra observación como La Verdad y al no tolerar las diferencias hay un impulso a imponer nuestra manera de pensar como si fuera la verdad.
El mismo mecanismo sucede en la vida personal. Nuestros hijos, pareja, familia hacen algo que choca con nuestra manera de pensar y nos inunda la emoción como si nuestra mirada fuera la única verdad. Cada vez que algo despierta una emoción es útil preguntarse. ¿Qué valor está tocando? ¿Hay otras miradas?