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Cuando protegernos nos impide crecer
- octubre 3, 2025
- Publicado por: Consultora Monica Dreyer
- Categoría: Columna semanal

Chris Argyris, referente en el campo del aprendizaje organizacional, introdujo el concepto de “rutinas defensivas” para describir esos mecanismos automáticos con los que las personas en su vida personal o laboral evitan enfrentar situaciones incómodas. Se trata de conductas que buscan proteger la autoestima y las relaciones, pero que al mismo tiempo bloquean la posibilidad de aprendizaje y cambio. En otras palabras: nos defendemos, pero nos estancamos.
En el ámbito personal, estas rutinas aparecen cuando justificamos nuestras acciones en lugar de explorar qué podríamos mejorar. Por ejemplo, alguien que recibe una crítica constructiva sobre su forma de comunicarse puede reaccionar diciendo: “Yo soy así, la gente debería aceptarlo”. Esta respuesta protege momentáneamente del malestar, pero también impide reflexionar sobre cómo ganar claridad o empatía al expresarse. El resultado es una aparente calma que encubre la oportunidad perdida de crecer.
En el ámbito laboral, las rutinas defensivas se expresan con fuerza en equipos y organizaciones. Pensemos en una reunión donde se detecta que un proyecto se retrasó por fallas de coordinación. En lugar de analizar abiertamente qué salió mal, los integrantes se culpan entre sí o buscan excusas externas: “El mercado cambió”, “La gerencia no apoyó lo suficiente”. Con esta estrategia, se evita la incomodidad de asumir responsabilidades, pero también se bloquea la posibilidad de identificar mejoras en la comunicación, la planificación o la colaboración futura.
Argyris subraya que romper con estas rutinas exige valentía: aceptar la vulnerabilidad de reconocer errores y abrir espacios de conversación auténtica. Implica entender que las tensiones y críticas, bien gestionadas, no son amenazas sino puertas al aprendizaje. La paradoja es clara: cuanto más intentamos protegernos con rutinas defensivas, más nos alejamos de lo que realmente nos fortalece.